¡No somos bichos raros!
¡Qué extraño título para un artículo! ¿no?
Esto es seguramente lo que habrán pensado algunas personas al verlo, pero también estoy seguro que otras muchas conectarán totalmente con él, por el momento de vida en que se encuentren o por situaciones pasadas.
Cuando nos encontramos mal por circunstancias que nos afectan especialmente a nosotros, sin que sean cuestiones de índole general (problemas sentimentales, pérdidas personales, falta de seguridad o autoestima, etc.), podemos sentirnos aislados del resto de nuestro entorno si no percibimos la suficiente comprensión por parte de los demás ante lo que nos pasa.
Esto puede ocurrir incluso si perdemos nuestro empleo, aunque esto sea algo que está desgraciadamente a la orden del día, porque se trata de una cuestión que, lejos de generar comprensión entre la mayor parte de la ciudadanía, muchas de las personas que conservan su trabajo llegan a menospreciar a los que se han quedado sin él, incluso tratándose de familiares o personas próximas al desempleado.
Este sentimiento de aislamiento, por sentirnos “bichos raros”, puede generar importantes estados de tristeza y de ansiedad, e incluso de depresión, al compararnos negativamente con aquellos que, aparentemente, continúan siendo personas “normales”, es decir, sin carencias importantes que nosotros podamos apreciar, pero que suelen existir porque absolutamente nadie está libre de alguna de ellas.
Esto suele ocurrir cuando nos infravaloramos a nosotros mismos al pensar que, si los demás están bien y nosotros no, se debe a que no somos “tan buenos” como ellos, tan capaces, tan atractivos, tan inteligentes o con tanto carisma como todas esas personas de nuestro alrededor que “parece” que tengan una vida perfecta o “normal”.
Por mi experiencia, tanto cuando me sentí un “bicho raro” más, como en mi trabajo acompañando a las personas en sus procesos de cambio, creo que gran parte del problema reside en confundir el SER con el ESTAR.
Perdonadme si parezco un filósofo, pero el uso del lenguaje es mucho más importante para nuestro desarrollo personal de lo que nos parece normalmente, ya que tiene una gran repercusión a nivel de nuestro inconsciente.
El hecho de considerar que SOMOS desempleados, solitarios, tristes, inseguros, etc., en lugar de decir -y sentir- que ESTAMOS sin trabajo, sin pareja, decaídos o con un nivel bajo de autoconfianza, marca una tremenda diferencia para nosotros a nivel emocional, que se traduce en tener o no tener la ACTITUD necesaria para dar los pasos que nos llevarán a mejorar nuestra situación.
Cuando decimos que SOMOS de una cierta manera, estamos relacionando inconscientemente esa circunstancia con un pensamiento de “negación del cambio”: “si soy así, no puedo cambiar, es mi manera de ser”.
Sin embargo, cuando decimos que ESTAMOS en una determinada situación, el pensamiento asociado es el
de “ahora estoy así, pero eso no significa que vaya a estar igual siempre, puedo mejorar”, lo que nos predispone para realizar acciones encaminadas a mejorar aquello que nos está ocurriendo AHORA.
Por eso es importante tener el suficiente apoyo cuando atravesamos situaciones difíciles en nuestra vida, incluso buscándolo fuera de nuestro entorno cercano si en él no tenemos la comprensión que necesitamos.
Podemos estar seguros que a nuestro alrededor hay muchas personas a las que les ocurre lo mismo que nos pasa a nosotros, lo cual no tiene que ser un motivo para regodearnos en ello o victimizarnos, sino para sentirnos acompañados y comprendidos en un momento difícil, lo que nos ayudará a tener las energías y actitudes necesarias para gestionar los cambios que deberemos hacer en nuestra vida, si queremos mejorar eso que nos pasa.
¿SER o ESTAR?… esa es la cuestión.
¿Hablamos de cuáles son esas circunstancias que nos hacen sentir mal, para que podamos ver las alternativas que tenemos a nuestro alcance?