¿Es “malo” sentirse MAL?
Cuando, a veces, tengo uno de esos días en que me parece que el mundo está en mi contra o, simplemente, me ha ocurrido algo que me ha dejado en un estado de tristeza o pesada incertidumbre, echo la vista atrás y recuerdo la etapa en que yo vivía así continuamente, no sólo “a ratos”, como ahora, y eso me ayuda a recuperar el ánimo para continuar mejor el día.
Sentirse mal, triste o decaído no se puede calificar como algo “malo”, simplemente, es… ¡HUMANO!
Las personas somos seres emocionales, es decir, nuestro principal motor para generar los pensamientos que nos llevan a la acción son las EMOCIONES y, entre ellas, se encuentran la tristeza, el miedo y la rabia, que nos suelen generar estados anímicos que percibimos como negativos, aunque también pueden tener efectos positivos para nosotros.
Estas emociones, aparentemente negativas, cumplen unos cometidos muy importantes para nosotros pero, lamentablemente, al carecer en general de una buena educación emocional, a las personas nos suele costar aceptarlas y, aún más, gestionarlas adecuadamente.
Sentirnos mal en algún momento es algo natural en el ser humano porque continuamente se nos plantean dificultades en la vida y, algunas de ellas, nos afectan de manera que nos causan emociones difíciles de gestionar, como las que he mencionado antes, creándonos sensaciones de incomodidad, impotencia, injusticia, incomprensión o, simplemente, de malestar y abatimiento.
Pero no debemos flagelarnos por ello ni sentirnos culpables porque, repito, se trata de algo totalmente normal en el ser humano.
Lo que debemos hacer es conocernos mejor a nosotros mismos, para poder comprender lo que nos pasa, aceptarlo y poner en marcha mecanismos con los que superar esos momentos que nos lo hacen pasar tan mal en ocasiones.
Las emociones no son ni BUENAS ni MALAS, en sí mismas, porque cada una tiene una misión muy específica y necesarioa en nuestras vidas. Lo que las puede convertir en perjudiciales, a TODAS ellas (también a las que percibimos como “positivas”), es que su influencia nos afecte a un nivel extremadamente alto y/o por un largo periodo de tiempo, sin una adecuada y consciente gestión por nuestra parte.
Así pues, la felicidad, cuando es exagerada y nos lleva a vivir en un estado continuo de euforia, nos dificulta el hecho de ver claramente la realidad y esto nos puede generar graves problemas, en todos los ámbitos de nuestra vida. Esta emoción está asociada, por ejemplo, al enamoramiento, que nos hace ver el mundo “de color de rosa” y merma nuestra visión ante los peligros que pueden acecharnos, tanto a nivel laboral como personal, social, etc.
En el lado opuesto tenemos emociones como la tristeza que, si se mantienen en el tiempo, pueden ser causa de depresión pero, sin embargo, durante un período reducido y con una gestión adecuada, esa misma tristeza puede tener un efecto beneficioso para nosotros, como es el de interiorizar más aquello que nos afecta y aislarnos momentáneamente del exterior, para poder “escucharnos” mejor a nosotros mismos y tomar decisiones más coherentes con nuestro interior, en lugar de dejarnos llevar solamente por las influencias de los demás.
De ahí que “estar mal” no tiene por qué ser MALO ni debemos sentirnos culpables o débiles por ello, sino que debemos aceptarlo y entender que forma parte de nuestra vida. El aprendizaje está en hacer una buena gestión de ese estado, lo que significa, entre otras cosas, el hecho de “permitirnos” estar en él solamente durante un tiempo prudencial, sin dejar que se apodere de nosotros de forma indefinida.
Otra mejora en la gestión de las dificultades, para dejar de sentirnos mal cuanto antes, es cambiar nuestro punto de vista sobre ellas.
Como dice el experto en liderazgo Stephen R. Covey: “el modo en que vemos el problema ES el problema”.
Esto se aplica también en los procesos de resolución de conflictos entre diferentes personas.
Las dificultades y problemas -o conflictos- son inherentes al ser humano, como vimos al principio de este artículo. No podemos desligarnos de ellos ni es razonable pensar que hay personas que no los tengan, por el simple hecho de que las veamos rodeadas de un halo de felicidad. Es muy probable que la felicidad de esas personas resida, precisamente, en que tienen una buena manera de gestionar los problemas que se les presentan ¡y es exactamente eso lo que debemos aprender nosotros!, porque será lo que nos dé la calma que necesitamos, a nivel mental y emocional.
Si percibimos el problema al que nos enfrentamos como un “castigo divino” o como un obstáculo insuperable, antes ni siquiera de buscar una solución, estaremos consiguiendo exactamente eso: no poder superarlo de ninguna manera, porque nos bloquearemos y no seremos capaces de encontrar una salida a esa situación que nos preocupa, con lo que estaremos alimentando nuestro propio malestar.
Sin embargo, si aceptamos esa dificultad como una posibilidad para poner a prueba nuestras capacidades, para aprender algo nuevo, o como una oportunidad para conseguir un cambio que nos puede ser beneficioso en algún sentido, aunque desconozcamos de cuál pueda tratarse, lo que estaremos haciendo es AUTO-MOTIVARNOS para utilizar nuestros mejores recursos en la búsqueda de la solución más eficaz, lo cual aumentará nuestras posibilidades de éxito y, con él, llegará la satisfacción personal y un estado de ánimo altamente positivo.
Se trata de hacer un cambio de paradigma ante los problemas y las dificultades en la vida, lo que
no es una tarea sencilla pero, por mi propia experiencia personal, os aseguro que, no solamente es posible, sino altamente gratificante.
Además… ¿quién dice que la vida, además de bella, tenga que ser sencilla?